sábado, 20 de agosto de 2011

El Miedo nos paraliza

Cuando el miedo te rodee, recuerda que en la vida hay solamente una cosa segura, y esta es la muerte. De ahí, que aquellos que lo entiendan abandonen el miedo. Porque, ¿qué puede ser más inseguro que la vida? Estar vivo significa que la muerte puede lle­gar en cualquier momento. Solamente en la tumba, la seguridad es posible, nunca se ha oído que alguien haya muerto en la tumba. Allí todo está a salvo y seguro.
Una vez a Confucio uno de sus discípulos le hizo la misma pregunta; por supuesto, de una forma un poco diferente, con pala­bras diferentes: «Maestro, dinos algo acerca del miedo a la inse­guridad».
Y Confucio le contestó: «No te preocupes por eso, la muerte hará que todo sea muy seguro. Mientras estés vivo, disfruta de la inseguridad».
La inseguridad es sinónimo de estar vivo. Cuanto más vivo, más inseguro estás. Cuanto menos vivo, menos inseguro estas. ¿Quieres la seguridad de la muerte? En ella es absoluta.
Una historia sufí: «Un gran rey tenía mucho miedo a morir. Había invadido muchas tierras, creado muchos enemigos, y esto le ocasionaba muchísimas pesadillas en las que le iban a asesinar, a matar; y no podía confiar en nadie. Estaba rodeado de espías enemigos tratando de recuperar sus reinos. Finalmente, no pudo soportarlo más. Ordenó que se construyera un hermoso edificio, con instrucciones especiales: no debería tener ninguna ventana, ninguna puerta excepto aquella por la que él pudiera entrar y salir. Sólo para estar seguro, de que nadie pudiera asesinarle... como protección.
Delante de esta única puerta, puso siete filas de guardias. Porque no podía confiar en una sola fila: ¿quién sabe?, puede que conspiraran y estaría totalmente perdido. Entonces ni siquiera podría obtener ayuda del exterior. Un guardia simplemente podría entrar y matarle.
Una segunda fila de guardias para mantener vigilada a la pri­mera. Luego una tercera para vigilar a la segunda. Pero uno tiene que detenerse en alguna parte, sino ¿dónde acabará todo esto? A esto en lógica se le llama: «Regresión infinita».
Él pensó que siete filas serían suficientes. Sería imposible que todos los guardias estuvieran de acuerdo. Se las compuso para formar aquellas siete filas con guardias que eran antagonistas entre ellos. Por ejemplo una fila de guardias era de musulmanes, otra de cristianos, otra de hindúes, y así sucesivamente.
El rey vecino (amigo de este rey, y su vez un gran emperador) se enteró de que había construido ese edificio. El también sufría la misma paranoia. Vino a visitarle y a ver su nuevo palacio. Y se quedó asombrado ante la forma en que había dispuesto la seguri­dad.
Y cuando se marchaba... el mismo rey salió a despedirle; eran viejos amigos. El rey vecino le dijo: «Nunca he visto tanta segu­ridad como la que tú has conseguido. Yo también me haré una casa como esta sin ventanas ni puertas, sin ninguna posibilidad de que alguien entre. Con el mismo sistema de guardias».
En ese momento un mendigo que estaba sentado en la calle, empezó a reírse. Ambos se sintieron molestos, y le preguntaron:
«¿Qué pasa, estás loco o qué?».
El mendigo respondió: «No estoy loco. He estado observando cómo construían este palacio tan seguro. Y me preocupaba que quizás no fueras consciente de que para la muerte, basta con una puerta. Y ni siquiera todos estos guardias serán capaces de parar­la. Siempre he querido verte para sugerirte que sería más seguro que entrarás dentro y les ordenaras a los guardias que cerraran la puerta. Hasta una sola puerta es peligrosa. Sería una grieta en tu sistema de seguridad».
Ambos reyes le escucharon con asombro. Lo que estaba diciendo tenía sentido. Pero el rey del palacio dijo: «Tu lógica no tiene ni un error y serás recompensado por ello. Pero tú no entien­des que si yo entro y también cierro esta puerta, ya no será un palacio, se convertirá en una tumba».
Y el hombre dijo: «Eso es exactamente lo que quiero decir. Solamente en la tumba podrás estar completamente seguro. Una vez yo también fui rey. También traté de encontrar seguridad. Y  así es como la he encontrado: renuncié al mundo y me hice un
mendigo. Ahora nadie quiere asesinarme. Nadie siquiera se inte­resa por mí.
          El rey nunca volvió a vivir en esa casa. Se dio cuenta que era absolutamente cierto que
   cuanto más seguro estuviera, más muer­to tendría que estar. Y viceversa también es verdad;
   tú quieres vivir en las alturas, en los picos luminosos, no tienes nada que perder. Un día la
   muerte se lo llevará todo. Eso es absolutamente cierto, sin ninguna probabilidad. Y no hay
   forma de protegerse de ella. Esa misma comprensión dejará a un lado la paranoia.¿Entonces
   por qué preocuparse?
         Mientras estés vivo, vive tan total e intensamente como te sea posible. De hecho, la muerte debería ser un incentivo de la vida. Si no hubiera muerte, podrías posponer la vida. Es debido a la  muerte, que no es posible posponer. Tienes que vivir este momen­to porque no puedes estar seguro acerca del próximo. Es absolu­tamente impredecible si volverás a respirar; no está en tus manos.

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