martes, 2 de septiembre de 2014

Despertar de la Conciencia.

La emoción es la fuente principal de la conciencia.
No puede transformarse la oscuridad en luz o la apatía
en movimiento sin emoción.
Carl Gustav Jung

La bendición de irse dando cuenta.
La luz sirve para alcanzar a ver dónde estaba oscuro. Esa es mi
más concreta e incipiente explicación de lo que es la iluminación
para una vida práctica. Y una de las más grandes dichas de la luz
es que,sirviéndonos para iluminar aquel lugar que estaba oscuro,
así descubres que en realidad, ahí no había nada.
 “Darse cuenta” es lo que desvanece toda atemperante reacción y al mismo
tiempo hace surgir una amorosa comprensión que permite que Todo sea.
 Esa es la bendición de un despertar a una Nueva Conciencia.
Sin embargo, sé que me podrías preguntar: ¿Darme cuenta… de qué? Y mi
respuesta es lo que en esta nota te voy a comentar, darte cuenta de tu
iluminación.

Aunque pueden existir una miríada de estados de conciencia, es
decir, niveles desde los cuales te puedes dar cuenta, hoy, en forma
extremadamente sucinta, te nombraré cuatro a mi entender, desde uno de los
más primitivos estados de conciencia hasta otro mucho más evolucionado:
- Nivel 1: Te sucede algo.
- Nivel 2: Te das cuenta de que te sucede algo.
- Nivel 3: Te das cuenta que te das cuenta de que te sucede algo.
- Nivel 4: Observas que te das cuenta que te das cuenta de que te
sucede algo.
Explicaré brevemente cada uno. En el primer nivel, eres conciente de lo que
te sucede, pero tu conciencia de esos eventos consiste sólo y
exclusivamente en reaccionar ante ellos. Por eso, por ejemplo, cuando
alguien no te trata como tú crees merecer, te molestas o te decepcionas, y
la incipiente forma de darte cuenta de que no se te trató como tú querías,
es experimentando tu molestia o decepción. Es decir, tu reacción es la
única forma en como sabes que algo te sucede; estás en la forma; aquí no
piensas, solo reaccionas, y según tú, en total justicia y equidad ante los
hechos.
En este nivel, el comportamiento humano obedece una ley newtoniana
muy antigua: a toda acción corresponde una reacción de igual magnitud pero
en sentido contrario. Este primer nivel de conciencia es muy sustentado en
el ego de cada uno de nosotros, aquella parte nuestra que siente merecer y
cree debe ser tratado de determinada manera en virtud de lo que damos o
somos. En este nivel eres una víctima de las circunstancias, una clásica
trampa del ego que te abre las puertas al infierno aquí en la Tierra.
Asciendes al siguiente nivel de conciencia cuando
deliberadamente deseas sentirte bien y para ello quieres saber más de la
evolución del ser humano y dedicas tiempo y espacio a estudiar y leer al
respecto para transformarte. En el segundo nivel existe un cambio muy
sutil, a veces imperceptible, con respecto al nivel previo. Aquí también
reaccionas, pero te das cuenta de que estas reaccionando. Aquí ya piensas,
ya piensas que se está tratando de una reacción. *Te preguntas* porqué
sientes tal o cual sentimiento, en lugar de sólo sentirlo. Aquí empiezas a
ver que tu molestia o decepción (para seguir con el ejemplo inicial), es
algo que surge de ti y no tan solo en respuesta a. En este segundo nivel
todavía te molestas o te decepcionas, pero ya empiezas a preguntarte, es
decir, a pensar en que tú no tienes por qué ser una víctima, aunque lo
sigas siendo.
Asciendes al siguiente nivel de conciencia cuando
deliberadamente deseas sentirte bien y para ello quieres saber más de la
evolución del ser humano y dedicas tiempo y espacio a estudiar y leer al
respecto para transformarte. En el tercer nivel te percatas de que se está
repitiendo un patrón. Para seguir con el ejemplo, percibes que alguien te
trata mal, desmerecidamente, piensas que deberías reaccionar como lógica
consecuencia, pero ahora, al observar lo que siempre te pasa, ahora
prefieres no hacer nada. Aquí dejas de reaccionar con manifestaciones
externas o formas. Aquí hay solo un desencanto interior ante el trato que
recibiste. Pero no pasa de eso. Aquí dura menos el malestar que ahora se
volvió sólo interior.
Ya empezaste a ir más allá de la forma exterior. Notas que ya no tienes
fuerza para explotar, porque ya no te interesa y sabes que te desgasta. En
este tercer nivel, ya sabes de ese tremendo desgaste por gran experiencia.
Por eso aquí te das cuenta que te das cuenta que te sucede algo. Y ese
darse cuenta ya conlleva una información muy valiosa para ti basada en la
experiencia, de tal manera, que empiezas a optar por no conferir tu energía
vital a tan desgastantes consecuencias de la forma, mismas a las que te
puedes adelantar y así las evitas. En este estado de conciencia empiezas a
darte cuenta de que todo parece tratarse de una lección que debes aprender.
Como aquí te das cuenta que te das cuenta que te sucede algo, alcanzas a
ver que ya se está repitiendo mucho el mismo patrón, atraes al mismo tipo
de personas, te suceden las mismas “desgracias” una y otra vez, se te
aparecen los mismos estilos de carácter aunque sea en diferentes cuerpos.
Asciendes al siguiente nivel de conciencia cuando
deliberadamente deseas sentirte bien y para ello quieres saber más de la
evolución del ser humano y dedicas tiempo y espacio a estudiar y leer al
respecto para transformarte. En el cuarto nivel de conciencia, observas. Y
alcanzas, como una bendición, a darte cuenta de que quien eres realmente es
precisamente ese, el que observa. Sucede como un mágico desprendimiento de
la forma (ego). Ya no eres al que le sucede algo, ya no eres el que se da
cuenta de que le sucede algo, ya no eres el que se da cuenta que se da
cuenta de que le sucede algo, sino que descubres que eres el que observa
todo aquello. Y cuando te llegas a identificar plenamente con el
observador, a su vez, en otro divino avance en tu estado de conciencia
sucede que te das cuenta de que “el observador” siempre esta bien.
¡Siempre! Pase lo que pase. Porque no le pasa a él. De hecho al observador
no le pasa nada, solo observa lo que sucede en los demás estados de
conciencia. Por ello resulta en una bendición identificarte con el
observador, resulta divino, porque el observador no es otra cosa que tu
espíritu.
Llegas a una dimensión donde descubres que, como mero observador, con la
única y exclusiva actividad de observar, ya no hay cabida para ningún
juicio origen de todo malestar, ya no juzgas, ya no te debates entre si
algo está bien o mal. Solo observas pacíficamente el desenvolvimiento de
las cosas y te regocijas al entender que todo obedece a frecuencias
vibratorias que coexisten naturalmente como un todo.
Aquí no solo te das cuenta, como en el nivel anterior, que con cada
conflicto se te presentaba una lección que aprender…, sino que ¡aquí la
logras aprender! Y con ello desaparece la insistente aparición de cíclicas
circunstancias que sentías que te dañaban. Aquí alcanzas a observar que lo
que te pasaba no estaba ahí para castigarte, sino para darte otra
oportunidad de aprender la lección, una y otra vez. Al observar, te dices:
Esta bien, he aprendido la lección! ¡Todo se trataba de mi ego y hoy sé,
gracias a que observo mi verdadero ser, que no soy un ego! Entonces, en el
acto, desaparecen todas las necesidades del ego. En el acto, te transportas
del infierno al paraíso, aquel divino lugar donde lo normal es estar bien.
Llegas a un lugar donde no hay cabida para ningún conflicto ni en la forma
ni en en el fondo, cuando mucho, observas el conflicto pero muy, muy de
lejos.
Ya no tienes ningún interés, ni el más mínimo, por discutir, por ganar, o
por demostrar nada. De hecho, ya no hay ningún interés. Te encuentras en
paz observando, pero observando desprendido de todo sentimiento negativo,
desprendimiento que se sucede al entender y libremente enfocarte a lo que
sigue.
Transformarte es hacer con gran destreza lo necesario para darte cuenta de
que no eres un ego; transformarte descubre tu identidad verdadera que está
mucho más allá de eso, alcanzando tu espíritu. Y así, llegando allá, a esa
identidad esencial, dejas de sufrir. Ahí, en nuestra esencia espiritual, lo
normal es estar bien. ¡Eso es *trans-form- arte*! Quizá a partir de ahora
veas con más respeto y admiración a esa palabra por lo que encierra. Como
ves, todo te cambia cuando te das cuenta. Todo lo percibes distinto cuando
hay iluminación.
Resuenan con gran intensidad frases que hace mucho que habías escuchado
pero que hasta hoy recobran un tremenda verdad en tu interior:
 “En el mundo no hay maldad,sino abundante ignorancia”.
Comprenderás que no hay prisa. Estarás preparado para comprender delicadas
verdades de unidad total como esta:
“Tan pronto como tú decidas qué ser y hacer, todo lo contrario
a ello se te hará presente en tu espacio para que te puedas descubrir. La
verdad acerca de los opuestos es que en realidad no existen, excepto en el
espacio de lo otro. Debido a que algo no es nada salvo en el espacio donde
no es, sucede que cuando te conviertes en un ser que trae luz y cada vez
más, no solo habrá una franca oposición, sino que la oposición misma *se
incrementará*… , y deberás regocijarte. Observarás la oposición como signo
seguro y cierto de que te encuentras en tu viaje de transformació n, en el
sendero al paraíso, en el elevado camino hacia la luz. Te alcanzas a
regocijar al observar que a mayor oposición, más confirmación del elevado
alcance de luz al que estás llegando. Y tú solo observarás pacíficamente el
proceso como un Todo, donde incluso empiezas a amar a la oposición. Tu
sorpresa: con ese amor se desvanece la ilusión de la dualidad, y todo está
bien”.

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